MANIFIESTO
PARA LOS QUE ESTÁN ARMADOS
(NO) ES VERDAD QUE (YO) ESCRIBO.
Es verdad que no hay neutralidad en la escritura –lo sabemos–, pero también sabemos que, para no “mordernos la lengua” debemos considerar la posición desde la cual enunciamos y hacia dónde nos dirigimos.
Escribo por necesidad y por demanda, pues hay un deseo que opera en algún lugar que llamamos “dentro”. Ciertamente hay un deseo de volverse público en el texto.
Volverse público implica “instaurar” en el otro una “falsa demanda”: como si el otro demandara esta escritura, y, como si, a través de ella uno diera algo. Esta economía (entre el Uno y el Otro), es un falso intercambio, y se da en un espacio simbólico que es “pura contradicción”. Siempre se “recibe” con lo leído y se “da” con lo escrito “más, o menos”, pero nunca lo justo, lo equitativo… Lo Real. Esta escritura es una “falsa moneda”, su circulación; un laberinto de significaciones sin salida, y estos textos, un andamio institucional: una prótesis de aquello que NOS FALTA EN LO REAL y pretendemos enunciar en lo simbólico. Pero, detrás de estos textos vienen murmullos que son radicales en sus causas…para quien atentamente escucha o lee, estos murmullos ganarán su radicalidad y se liberarán de su silencio.
Nosotros los Ngiba, somos organismos destructivos, y esta “tecnología escritural” es ciertamente un arma biológica. Deben saber, que, como ustedes, nosotros también estamos armados “hasta los dientes”. Tenemos derecho “común” a tomar la voz que nos falta; las palabras que se nos deben, que por derecho nos pertenecen, y a convocar en ellas lo que por derecho nos corresponde: lo que debemos de hacer bien para nosotros, para los otros; para todos.
Tenemos al mismo tiempo la responsabilidad de ver ese “algo” que no cesa de “no enunciarse” en aquello que se dice o se relata de la experiencia: aquello que está en el silencio ensordecedor de las palabras que escribo para ustedes; las que escribimos juntos para los que también –como nosotros– están armados.